Trastornos Infantíles
Trastornos Reactivos
Tienen una prevalencia de un 33% como primer motivo de consulta, siendo bastante frecuentes en la población infantil, especialmente en escolares de entre seis y once años. La frecuencia es menor en los niños menores de cinco años y en los adolescentes. Son más frecuentes en los varones y su desarrollo tiene que ver con la experiencia traumática de vivir un hecho que desborda al Yo en sus capacidades defensivas: las capacidades adaptativas se ven sobrepasadas y los mecanismos de defensa se hacen insuficientes, experimentándose fuertes sentimientos de angustia, ansiedad e incapacidad de manejar las situaciones. Lo que es "traumático" es relativo y depende de la competencia (la capacidad de adaptarse a los cambios del medio y que se desarrolla en la interacción con las figuras de apego, padres o cuidadores) y la vulnerabilidad (la capacidad de poder anticiparse a los hechos, de afrontar el descontrol y aceptar la incertidumbre) del individuo que vive la experiencia. En el desarrollo de este tipo de trastornos influyen una serie de factores de riesgo que están en constante interacción: del niño (enfermedad previa, trastorno del desarrollo o del aprendizaje, baja autoestima, etc.), de la familia (separación de los padres, muerte de uno o ambos padres, enfermedad de uno o ambos padres, etc.) y del medio ambiente social (medio de pobreza, delincuencia, drogadicción, deprivación cultural, etc.).
Las características más destacadas de este tipo de trastornos son:
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Hay una reacción mal adaptativa, es decir, que no sirve o no está de acuerdo con la situación vivida, que dura al menos entre tres y seis meses. Aparece en sujetos aparentemente normales mentalmente, no hay historia previa de psicopatología, no hay organización de tipo neurótico a la base o problemas en la estructura de la personalidad.
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La respuesta actual es de esquema lineal y tiene evaluación pronóstica. Se ve exagerada la expresión de la línea de base del temperamento individual (ejemplo: un niño hiperactivo reacciona poniéndose agresivo y oposicionista) y se produce perturbación del desempeño social y escolar. El estresor puede ser agudo o crónico, múltiple o simple, menor o severo. Debe evaluarse de dónde proviene, cómo es su expresión y en qué área se manifiesta.
Las niñas tienden a hacer respuestas más depresivas y los niños a responder de maneras más ansiosas, mixtas o conductuales. La clínica del trastorno puede variar en el tiempo. La terapia tiene un efecto rápido.
Presenta varias formas de expresión o subtipos:
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REACTIVO CON ANSIEDAD: Hay nerviosismo, irritabilidad, inquietud y desasosiego. Se debe distinguir del trastorno de pánico, el stress post-traumático y el síndrome de ansiedad generalizada.
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REACTIVO CON ÁNIMO DEPRESIVO: Hay desesperanza, labilidad emocional, sin culpa ni enlentecimiento motor. Se debe distinguir del trastorno bipolar, la depresión mayor y otros trastornos psico-orgánicos.
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REACTIVO CON MANIFESTACIÓN CONDUCTUAL: Hay irritabilidad, peleas, eventos disociales, es común en adolescentes y niños con síndrome de déficit atencional e hiperkinesis y en hogares disfuncionales o con normas inconsistentes. Se debe distinguir de los trastornos del comportamiento y los trastornos oposicionistas.
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REACTIVO DE MANIFESTACIÓN MIXTA: Hay manifestación emocional y conductual, ánimo depresivo con impulsividad, que puede llevar a intentos de suicidio, es frecuente en adolescentes. Se debe distinguir del trastorno limítrofe de la personalidad.
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REACTIVO CON ANSIEDAD Y DEPRESIÓN: Hay mezcla de síntomas ansioso-depresivos, sin clara predominancia de ninguno de los dos.