La Conducta Autolesiva:
"La necesidad de hacerse daño"
Los padres de hoy son testigos, cada día en forma más frecuente, de una particular forma de violencia, que está siendo parte de las nuevas conductas de auto agresión de los adolescentes: se cortan con cuchillos brazos, piernas y abdomen; mientras que otros se muerden, se queman con cigarros, se rasguñan o se sacan el pelo; y otros se pegan contra la pared.
¿Qué es lo que está pasando?, ¿Se trata de una nueva moda o de un problema psicológico relevante del cual debemos estar al tanto como padres del siglo XXI?
¿Qué es la Autolesividad?
El tipo de autolesión que abordamos en este artículo es la iterativa, es decir, la que se repite. Las personas que se auto-lesionan aprenden que, al hacerse daño, logran aliviar un estado emocional agobiante. Es por esto que se dice que la auto-lesión es un mecanismo para manejar emociones. Ha sido estudiada como fenómeno psicológico: quienes se autolesionan lo hacen para obtener una sensación de alivio, bienestar, eliminar sus angustias y disminuir su ansiedad.
Puede llamársele de muchas maneras: auto violencia, auto lesión, auto daño, para suicidio, auto abuso, flagelación, auto mutilación. Es un acto que intenta alterar un estado de ánimo al infligir un daño físico lo suficientemente serio como para causar daño en los tejidos del cuerpo. Este daño puede ser a base de cortes (con cuchillo, navajas, vidrio, u otros objetos filosos), quemaduras, golpes con objetos o con los propios puños, golpes a un objeto pesado (como una pared), arrancarse pelo hasta sangrar, morderse, etc.
Podemos definir entonces la auto agresión como un conjunto heterogéneo de conductas, en donde el sujeto, de forma voluntaria e intencional, se produce daño físico, cuya consecuencia es el dolor, desfiguración o daño a la apariencia o función de alguna (s) parte (s) del cuerpo, aunque sin la intención aparente de matarse.
Una muy buena definición de lo que es la auto lesión es “el cometido deliberado de hacerse daño corporal, sin la ayuda de otra persona, en forma lo suficientemente severa como para causar daño a los tejidos y originar cicatrices o marcas” (Winchel y Stanley, 1991).
Los pendientes, tatuajes y piercings no se consideran auto mutilación, pero sí la escarificación, término que proviene del inglés “scar”, que significa cicatriz. Esta técnica consiste en cortarse la piel, generalmente con un cuchillo o una cuchilla de afeitar, siguiendo la forma de un dibujo. Cuando la herida cura, se vuelve a abrir varias veces con el objetivo de hacerla bien visible, que resalte sobre la piel y no se borre con el paso del tiempo.
El origen histórico de este fenómeno no está muy claro, pero se cree que comenzó a popularizarse durante el siglo XX. Podría decirse que surgió en Estados Unidos e Inglaterra. El destape ocurrió cuando actrices como Angelina Jolie y Drew Barrymore admitieron que en su adolescencia se habían cortado con cuchillos algunas partes de su cuerpo. Más tarde, con la película “La Secretaria”, esta conducta se terminó de destapar.
Actualmente existe una verdadera comunidad cibernética, principalmente de habla inglesa, que se identifica como “S.I.” (self injured: autoagresión), en la que los adolescentes se refugian y cuentan sus experiencias. En Latinoamérica apareció en Mayo de este año el primer portal de ayuda que entrega información al respecto, el que, sólo en un mes y medio, recibió más de mil 300 visitas.
¿Cuál es la prevalencia de este trastorno?
Se estima que el 0.75% de la población occidental presenta conductas de auto lesión. Estudios más recientes realizados en Estados Unidos estiman que el 1% de los americanos se auto agrede. Según datos del año 1996, el 97% de estas personas son mujeres, y cumplen con el perfil del auto-lesionador típico: mujer, entre 25 y 35 años de edad, que se daña desde la adolescencia. Tiende a ser de clase media o alta, inteligente, bien educada, con un historial de abuso físico y/o sexual, o bien de un hogar con al menos un padre alcohólico, y presenta habitualmente desórdenes de la alimentación, como anorexia y/o bulimia (Conterio y Favazza, 1996).
Sin embargo, se debe tener en cuenta que el predominio de este trastorno es difícil de determinar con exactitud, por el secreto y vergüenza vinculados a ella. Suele no ser reportada debido a su naturaleza clandestina. Muchos individuos que se hacen daño están poco dispuestos a decirlo a otros, por miedo a ser rechazados, condenados al ostracismo, apartados físicamente, o bien, simplemente mal interpretados. Por otro lado, la mayoría de las autolesiones no requieren asistencia médica, y en aquellas situaciones donde esta sí es necesaria, muchos individuos deforman la causa de la lesión, indicando causas accidentales más que heridas intencionales. Por ello, la medición exacta del predominio de la autolesión es prácticamente imposible.
No por ello debemos desconocer que se trata de un fenómeno bastante más extendido de lo que se cree, que está afectando seriamente a la población juvenil. Esto nos debe interesar como padres, dado que nuestro rol involucra guiar personas en formación, hecho que nos obliga a ser agentes preventivos, tanto en la detección oportuna de casos como en el tratamiento temprana de los mismos.
¿Quiénes se Autoagreden?
En su mayoría son adolescentes, mujeres, cuyos padres no les enseñaron a expresar y manejar sus emociones; niños que desde pequeños fueron invalidados; que aprendieron que la interpretación de sus emociones y sus sentimientos acerca de lo que les rodea era desacertada e inclusive “mala”; o que ciertos sentimientos no estaban permitidos, e incluso se les castigaba por tenerlos. Si a esto se le suma que por lo general la gente cercana a ellos no tenía buenos mecanismos para manejar sus propias emociones, el resultado son adolescentes que no saben manejarse efectivamente en situaciones de tensión y que ante un exceso de angustia no expresada, deciden lesionarse.
Aunque es común que la gente que se autolesiona haya sufrido algún tipo de abuso, no todos los que se hacen daño han sufrido abuso. Hay veces en que la invalidación de sentimientos y la falta de una buena guía para manejar las emociones suele ser suficiente para que se de esta conducta.
Por otra parte, las manifestaciones de auto agresión pueden presentarse en todas las edades. En los niños suele darse en función de la impulsividad, mediante el enojo, golpes, arañazos, etc. Los adolescentes tienden más al suicidio, uso de drogas, actividades de alto riesgo o a los desórdenes alimentarios (bulimia y anorexia nerviosa), o, por el contrario, a ponerse excesivamente obesos. En los adultos se presenta cuando la persona “se abandona”, descuidando una enfermedad o su físico.
La incidencia de la autolesión es muy similar a la de los desórdenes alimenticios, con la diferencia de que al ser una conducta altamente estigmatizada, la mayor parte de la gente esconde sus marcas, sus cortadas o ampollas, utilizando distintas excusas para explicar sus cicatrices o moretones.
La mayoría de las personas que se auto-lesionan son mujeres porque en muchas de nuestras sociedades no se les permite expresar la violencia y agresión que tienen de manera abierta, de modo que cuando se confrontan con su propia rabia tienden a expresarla hacia adentro. En contrapartida, los hombres están socializados para reprimir sus emociones. Las mujeres están socialmente formadas y acostumbradas a internalizar el enojo y los hombres a externalizarlo. A la par, debido a que los hombres están socialmente entrenados a reprimir sus emociones, cuando tienen que mantenerlas dentro de sí mismos no les causa tanto agobio ni problema (Miller, 1994).
Sin embargo, también debemos tomar en cuenta que, debido a que la mayoría de las personas que buscan tratamiento psicoterapéutico son mujeres, y a que la mayor parte de lo que sabemos sobre cualquier tipo de trastorno psicológico deriva de tales entornos, las mujeres que se autolesionan pueden estar siendo identificadas más a menudo que los hombres.
4. ¿Qué formas pueden asumir la autoagresión?
La auto agresión asume una serie de manifestaciones que pueden ir desde las más sutiles a las más abiertas. Entre las primeras podemos mencionar los pensamientos en que la persona cree que no tiene la capacidad para tener éxito o satisfacción en ningún campo de la vida, tanto intelectual como afectivo, el no cuidarse de una enfermedad, no preocuparse del aseo personal o de la imagen personal. Entre las más evidentes u obvias podemos mencionar los golpes, cortes, rascarse hasta sangrar, etc.
El primer paso para clasificar la autolesión, como lo demostró Favazza (1996), es decidir qué tipo de autolesión es patológica y qué tipo es culturalmente sancionada. Se han identificado tres componentes en los actos de autolesión: dirección, letalidad y repetición (Kahan y Pattison, 1984).
- Dirección:
Se refiere a que tan intencional fue la conducta. Un acto con intención es aquel que se logra en un lapso de tiempo corto, en el que se está consciente de los efectos dañinos que tiene y pese a ello se busca lograrlos. De no ser así, se considera un acto indirecto de auto-lesión.
- Letalidad:
Se refiere a la posibilidad de que el acto resulte en la muerte, ya sea de inmediato o en un futuro próximo. En un acto letal casi siempre la intención es la muerte. Si no se quiere o se piensa en la posibilidad de morir, el acto no tiene el componente de letalidad.
- Repetición:
Se refiere a si el acto se hace una vez o se repite con frecuencia por un período determinado de tiempo. Si el acto se considera repetitivo es que se realiza varias veces.
Debemos destacar eso sí que Favazza (1998) es muy categórica y definitiva cuando afirma que “la autolesión es diferente al suicidio. Revisiones de importancia han apoyado y sustentado esta diferencia. Algo básico de entender es que “la persona que realmente intenta suicidarse busca terminar con toda emoción, en cambio la persona que se autolesiona busca sentirse mejor”. En apoyo a la afirmación anterior, podemos citar un estudio que reveló que las personas que se hacen daño para morir y las personas que se hacen daño para poder lidiar con su estado emocional, presentan perfiles psiquiátricos muy diferentes (Ferreira de Castro et al.,1998).
Favazza (1986) clasifica a la auto-lesión en tres (3) tipos:
- Auto-mutilación mayor:
Incluye cosas como castración, amputación de miembros, sacarse los ojos, etc. Es un fenómeno poco común y normalmente está asociada a estados sicóticos.
- Autolesión estereotípica:
Incluye acciones como golpearse la cabeza rítmicamente contra una pared. Este tipo de AL se presenta principalmente en personas con retraso mental, autistas o sicóticos.
- Autolesión superficial o moderada:
Este tipo de Al es el más común y es del que se trata este artículo. Incluye cortarse, quemarse, rascarse hasta sangrar, arrancarse el pelo, romperse huesos, pegarse, lastimarse sobre una herida deliberadamente, interferir con el proceso de sanación de una herida, y casi cualquier método en que uno mismo se infrinja daño físico.
También es Favazza (1996) quien subdivide a la auto-lesión superficial/moderada en tres tipos: compulsiva, episódica, y repetitiva.
- Autolesión compulsiva:
Tiene diferencias de carácter en comparación con las otras dos, y está asociada con el desorden obsesivo-compulsivo. El auto-daño compulsivo incluye el arrancarse el pelo (tricotilomanía), fricción excesiva de la piel, y excoriación, cuando se hace para remover defectos percibidos en la piel. Estos actos pueden ser parte de un ritual obsesivo-compulsivo con pensamientos insistentes: la persona al hacerse daño trata de aliviar la tensión y prevenir algo terrible que piensan puede pasar.
- La Auto-lesión impulsiva: Se divide en Episódica y Repetitiva.
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Auto-lesión Episódica: Es una conducta llevada a cabo tan a menudo que la persona que lo hace ni lo piensa y no se considera como gente que se hace daño. Generalmente es un síntoma de algún otro desorden psicológico.
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Auto-lesión Repetitiva: Se caracteriza por considerar conscientemente el hacerse daño, incluso aunque no siempre se lleve a cabo. Las personas se identifican a sí mismas como gente que se autolesiona.
La autolesión episódica se vuelve repetitiva cuando lo que inicialmente era un síntoma se vuelve una enfermedad en sí misma. Es impulsiva por naturaleza, y normalmente se convierte en una respuesta refleja a cualquier tipo de estrés, positivo o negativo. (Favazza y Rosenthal, 1993; Kahan y Pattison, 1984; Miller, 1994; entre otros).
Entre las consecuencias de la conducta autodestructiva podemos mencionar el daño personal, que puede ir desde una lesión a la pérdida de un miembro, la salud y hasta la muerte. En general, es una conducta que disminuye la calidad de vida. En las personas cercanas al auto-agresor, las consecuencias pueden ir desde la dependencia hacia el mismo, hasta la culpa por todo lo que le sucede a dicha persona.
¿Qué motivaciones puede tener la Autoagresión?
Los investigadores han descubierto patrones comunes en la conducta de agredirse. Al parecer, el estímulo que lo provoca es algo que el individuo percibe como una amenaza de separación, rechazo o decepción, que genera un sentimiento de tensión abrumante, de soledad, de miedo al abandono, de odio a sí mismo, y la sensación de ser incapaz de manejar la propia agresión. Entonces, la ansiedad se incrementa y culmina en una sensación de irrealidad y de vacío que produce un adormecimiento de las emociones y cierto nivel de despersonalización. El cortarse o hacerse daño sería un medio primitivo para combatir esta última sensación (Malon y Berardi, 1987).
Por otra parte, otros autores como Millar (1994) y Favazza (1986, 1996) afirman que las motivaciones de quienes practican la autoagresión se pueden agrupar en tres categorías:
- Regulación de emociones:
Es el uso de la autolesión para tratar de regresar al cuerpo a un equilibrio cuando se está frente a sentimientos abrumadores. Esto incluye el poder reconectarse con su cuerpo después de un episodio disociativo, tranquilizar al cuerpo en momentos en que se despiertan fuertes emociones o estados fisiológicos incómodos, validar el sufrimiento interno expresándolo de manera externa, y evitando el suicidio debido a lo incontenible de los sentimientos. De alguna manera, es influir sobre el control de uno mismo.
- Como medio de comunicación:
Es el uso de la autolesión como un vehículo para expresar cosas de las cuales no se puede hablar.
- Para controlar o castigar:
Incluye la reactuación de traumas, regateo y los pensamientos mágicos (si me lastimo, entonces lo malo que me puede suceder no sucederá), proteger a otros, y auto-control.
En síntesis, la autodestrucción sería una forma de expresar el dolor, una forma no verbal de comunicación, en donde los sentimientos se transmiten visualmente, a través del cuerpo, que generalmente se usa para liberarse de sentimientos de rabia, ira, tristeza, soledad, rencor y dolor emocional, es decir, emociones que el auto-mutilador no puede expresar. También, a veces, ante el sentimiento de no estar vivo, los auto-flageladores se cortan para cerciorarse de que sí lo están.
La autolesión se utiliza entonces para aliviar dolores emocionales fuertes, ya que es más fácil controlar el dolor físico que el emocional. La sensación de dolor produce una cierta liberación de ansiedad. Quienes se autolesionan se realizan heridas en momentos de crisis o de sufrimiento, porque el dolor físico les ayuda a soportar el sufrimiento psicológico. Las personas que se infringen daño físico normalmente lo hacen para intentar mantener su integridad psicológica, es decir, como una manera de no suicidarse. A través de hacerse daño, logran acabar con emociones insoportables y una presión agobiante, lo que reduce el deseo de dejar de existir.
En otras circunstancias la automutilación se utiliza para sentir poder sobre uno mismo. También puede utilizarse como forma de demostrar públicamente el sufrimiento interno. En este caso el objetivo último es la búsqueda de ayuda o comprensión.
Por otra parte, las personas que se hacen daño tienden a ser disfóricos, es decir, a experimentar estados depresivos con alto grado de irritabilidad y sensibilidad al rechazo, incluso cuando no están activamente haciéndose daño (Herpertz, 1995; y Haines et al., 1995). Los resultados de los estudios de estos últimos investigadores proporcionan fuerte evidencia de que la autolesión provee un alivio rápido y efectivo a la tensión fisiológica. Haines et al (1995) sugieren que es la disminución de la reacción psico-fisiológica generada por la autolesión la que opera para reforzar y mantener dicha conducta, y no la respuesta psicológica. En otras palabras, la autolesión se usaría como método para manejar los estados emocionales alterados debido a que tranquiliza al cuerpo de manera rápida, incluso cuando la gente que se autolesiona pueda tener sentimientos muy negativos después del episodio.
Los estudios realizados apoyan la idea de que los actos de autolesión reducen el estrés fisiológico, y por ende, también el emocional. Diversos análisis de laboratorio demostraron que en los días en que los autolesionados se hacían daño, los niveles de cortisol (hormona asociada al estrés fisiológico) fueron significativamente más bajos que en los días en que no lo hacían. Estos autores (1995) encontraron que la mayoría de las personas que se autolesionan presentan, en el momento en que se agreden, enojo y ansiedad como estados emocionales preponderantes, los que pueden ser considerados como parte de sus rasgos de personalidad. También encontraron una combinación de agresión y un pobre control de impulsos. Además de ello, lograron establecer que la tendencia a autolesionarse aumenta a la par que la impulsividad, el enojo crónico y la ansiedad somática aumentan. De esta manera, mientras más alto esté el nivel de enojo crónico inapropiado, más severo será el grado de autolesión.
Por su parte Linehan (1993) encontró que la mayoría de los que se hacen daño presentan conductas que dependen de su estado de ánimo, de manera tal que actúan de acuerdo con las demandas de su estado emocional actual, sin considerar deseos y/o metas a largo plazo.
¿Cuál es la causa de este fenómeno?
Una de las teorías constructivistas de la conducta de autolesión sostiene que, en general, las personas que se auto-lesionan no lograron, en su desarrollo, adquirir tres habilidades importantes:
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La habilidad de tolerar emociones fuertes.
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La habilidad de mantener un sentido de auto-valoración.
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La habilidad de mantener la sensación de conexión con los otros.
La primera se refiere directamente al papel que tiene la autolesión en lograr regular las emociones; las otras están más relacionadas con la función comunicativa de la autolesión.
Según Linehan (1993), cuando a los niños se les avergüenza o se les aplica el castigo retórico, respuestas violentas y físicas en lugar de palabras sensibles, no logran internalizar que los demás son cariñosos y no logran desarrollar la capacidad de mantener conexión con otros.
Por otra parte, la habilidad para percibir, tolerar e integrar emociones fuertes no se puede desarrollar del todo cuando los sentimientos intensos que uno tiene son recibidos con castigo, incredulidad o burla. De alguna manera, tener la sensación de que algunos sentimientos no son aceptables ni permitidos imposibilitaría el desarrollo de esta habilidad.
Finalmente, la habilidad de mantener un sentido de uno mismo como persona valiosa, no se puede desarrollar cuando el niño siente que nunca es lo suficientemente bueno, cuando su existencia y logros son recibidos con silencio o bien con palabras o acciones déspotas. Todas estas condiciones han sido relacionadas con el uso de la auto-lesión en el futuro.
En definitiva, encontraron que la existencia de abuso físico o sexual, negligencia física o emocional, y condiciones familiares caóticas durante la infancia y adolescencia, son componentes que permiten predecir de manera confiable la cantidad y severidad de las autolesiones.
Concluyeron que la negligencia es el componente más poderoso para predecir conductas auto-destructivas, es decir, que aunque los traumas de la infancia contribuyen fuertemente a la iniciación de las conductas auto-destructivas, es la falta de relaciones y de apegos que brinden seguridad y confianza lo que hace que la conducta se mantenga.
Los sujetos que no se acordaban de niños haber sentido que eran especiales o queridos por alguien, como adultos fueron menos capaces de controlar su conducta auto-destructiva. Por otra parte, mientras más temprano en la edad del paciente se dé el abuso, más probable es que el sujeto se auto-agreda y de forma más severa.
En el mismo estudio, hacen notar que la disociación y la frecuencia de experiencias disociativas, que han sido relacionadas con abuso, negligencia y traumas en la infancia, parecen estar relacionadas con la presencia de actos de auto-lesión. La teoría de que el abuso físico o sexual o el trauma son antecedentes importantes para la auto-lesión, también es expuesta por Greenspan y Samuel en un artículo de 1989 del “American Journal of Psychiatry”.
Sin embargo, al respecto hay evidencias contrapuestas: en 1995 Brodsky et al., indicaron que el sufrir abuso como niño no implica que como adulto presente disociación y conductas de auto-lesión.
De acuerdo con Linehan (1993), la gente que se auto-lesiona ha crecido en “ambientes de invalidación”, es decir, uno en donde la experiencia de emociones dolorosas es negada y la comunicación de experiencias privadas e íntimas es recibida con respuestas erráticas, inapropiadas o extremas, de manera tal que no se las valida, sino que se las castiga y/o trivializa. Esto implica que la interpretación que hace el individuo de su propia conducta, incluyendo la intención y motivación de la misma, es descartada por su entorno más inmediato. De esta forma, el individuo siente que está mal y equivocado tanto en su descripción como en el análisis de su propia experiencia, y particularmente en su punto de vista acerca de lo que está causando sus emociones, creencias y acciones. Además de ello, el individuo atribuye su experiencia a rasgos de personalidad que no son socialmente aceptados.
Las respuestas que invalidan pueden ser de diferentes formas, y es importante que, como padres, procuremos no utilizarlas, además de considerar lo peligroso que puede ser su utilización frecuente. Es importante conocer y asumir que la invalidación crónica puede llevar a la auto-invalidación y auto-desconfianza a nivel subconsciente, y al sentimiento interno de “yo no importo”.
A continuación damos algunos ejemplos de frases causantes de invalidación:
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“Estás enojado(a) pero simplemente no lo admites”
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“Dices que no pero lo que realmente quieres decir es sí, yo te conozco”
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“Tú lo hiciste (algo que realmente la persona no hizo). Deja de mentir!!!”
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“Estás hipersensible”
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“Simplemente eres un(a) flojo(a)”
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“No voy a dejar que me manipules de esa forma”
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“Anímate, déjalo ir. Tú lo puedes sobrepasar”
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“Si vieras el lado positivo de las cosas y dejaras de ser un(a) pesimista...”
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“No estás tratando lo suficiente”
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“Vas a ver, si quieres llorar te voy a dar algo por qué realmente llorar”
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“¡Ah! Así es la vida! (y seguir como si no se nos hubiese dicho nada)
Nos queda claro entonces que la autolesión a menudo es usada como método de adaptación, y que existe una correlación negativa entre oportunidades de adaptación típica y autolesión, es decir, que cuantas menos oportunidades de métodos típicos de adaptación existan (llorar, hablar, hacer ejercicio, etc.) aumenta la probabilidad de que alguien use la autolesión para adaptarse.
Es por ello que ciertos ambientes tienen una frecuencia más alta de auto-lesionadores que la población general. Los ambientes institucionales que restringen la libertad de expresión de un individuo propician la autolesión.
Muchas veces las personas que se autolesionan son calificadas de manipuladoras. Se dice de ellas que a través de esa conducta sólo buscan llamar la atención. No negamos que este tipo de casos exista, pero creemos importante recalcar que este no es el caso en la mayoría de los pacientes que se autolesionan. La autolesión es todavía una conducta que está poco estudiada y que no se considera como un trastorno en sí, lo que hace que todavía exista poca información al respecto. Esto es lo que lleva a muchas personas a creer, erróneamente, que se trata de una conducta para llamar la atención, o bien un intento fallido de suicidio.
Es importante agregar que la conducta auto-lesiva se encuentra relacionada con diversos trastornos conductuales de índole psicológica. En forma concomitante con la auto-lesividad, se han reportado diagnósticos de depresión, trastorno bipolar, anorexia, bulimia, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno por estrés postraumático, muchos de los trastornos disociativos (incluyendo el trastorno de despersonalización y trastornos disociativos no clasificados), trastornos de ansiedad y pánico, y trastornos del control de los impulsos no clasificados.
Favazza y Rosenthal (1993) aconsejan definir el trastorno auto-lesivo como una enfermedad y no simplemente como un síntoma, por lo que crearon una categoría diagnóstica llamada Síndrome de autolesión reiterativa, con criterios pasa su diagnóstico. Éste sería un síndrome de control de los impulsos y no un trastorno de personalidad. Alderman (1997) también aboga del porque se reconozca que la violencia auto-infligida es más una enfermedad que un síntoma.
Los criterios de diagnóstico para el Síndrome de autolesión reiterativa incluyen:
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Existe preocupación por dañarse físicamente a sí mismo.
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Hay repetidos fracasos de resistirse a los impulsos de destruir o alterar el tejido del propio cuerpo.
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Existe tensión creciente justo antes, y sensación de alivio justo después, de auto-lesionarse.
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No hay asociación entre la intención suicida y el acto de auto-lesionarse.
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La conducta auto-lesiva no es una respuesta al retraso mental, ni una alucinación.
Por otra parte, no es posible lograr una comprensión cabal del fenómeno si no se consideran las investigaciones que se han realizado en el ámbito neurobiológico, en el que se considera la hipótesis de que la autolesión resulta de una disminución de neurotransmisores cerebrales necesarios. Este punto de vista está justificado por la evidencia encontrada por Wichel y Stanley en 1991, quienes descubrieron que aunque los sistemas de dopamina y de opioide no están implicados en la autolesión, el sistema de serotonina sí lo está. De acuerdo con los hallazgos, hay evidencia suficiente en relación a que las personas que se auto-lesionan tienden a estar extremadamente enojados, impulsivos, ansiosos y agresivos, rasgos que están claramente ligados a la falta de serotonina en el sistema cerebral.
Zweig-Frank et al (1994), también sugieren que el grado de la auto-lesión está relacionado con la disfunción de la serotonina. Todos estos estudios están respaldados por las investigaciones de Coccaro et al. (1997), quienes hallaron que la irritabilidad es la conducta central correlacionada con la función de la serotonina, y que el tipo de conducta agresiva que se muestra en respuesta a la irritabilidad parece ser dependiente de los niveles de este neurotransmisor.
Si los niveles de serotonina son normales, la irritabilidad se expresa hacia fuera, gritando, aventando cosas, etc. Si los niveles de serotonina son bajos, la agresión aumenta y la respuesta a la irritación va hacia dentro, en escalada hacia la auto-lesión o el suicidio.
De esta manera entonces, la conducta de auto-lesión podría ser un desorden del control de los impulsos similar a la tricotilomanía, cleptomanía, o juego compulsivo. Lo que no está claro aún es si estas anormalidades son causadas por experiencias de trauma/abuso/invalidación, o bien si algunos individuos con este tipo de anormalidades cerebrales tienen experiencias traumáticas que les imposibilitan aprender maneras efectivas de manejar situaciones estresantes, y por ende, sienten que tienen poco control sobre lo que les pasa y acaban por recurrir a la auto-lesión como mecanismo de sobrevivencia.
¿Cómo se trata esta enfermedad?
Para que los psicoterapeutas puedan ayudar a la gente que se autolesiona, lo primero es entender el papel tan poderoso que este mecanismo tiene en la vida del paciente. En ese momento son útiles las respuestas a preguntas tales como ¿Le sirve principalmente para aliviar tensión?, ¿Es una forma de concretizar una emoción?, ¿Lo utiliza para sentir que está vivo?, ¿Está tratando de comunicar algo?, ¿Está buscando alivio de una experiencia dolorosa?
Entender por qué una persona se autolesiona es la clave para poder ayudarla a no tener que seguir utilizando el auto-daño como mecanismo para hacer frente a emociones intolerables. En este punto, como padres, y gracias a que pasamos gran cantidad de tiempo en interacción con nuestros alumnos, podemos aportar información valiosa al terapeuta, información que será de gran utilidad.
Es importante destacar que las últimas investigaciones con respecto al tratamiento de este tipo de conductas, indican que el tratar de que el objetivo principal sea parar de inmediato la conducta de auto-lesionarse, puede ser contraproducente. De esta manera, las técnicas que se basan en la premisa de que la autolesión no se debe de reforzar vía la atención, o bien en el uso de sanciones, casi siempre causan sólo una mayor tensión y angustia.
Existen diversos acercamientos terapéuticos para los pacientes que se auto-lesionan: la psicoterapia individual, el tratamiento para el trastorno de estrés postraumático, la terapia racional emotiva, las terapias para pacientes que se auto-lesionan asociados al trastorno de personalidad limítrofe (como la terapia dialéctica conductual), la terapia de grupo interpersonal y los tratamientos psico-farmacológicos.
En algunos casos puede llegar a ser necesaria la hospitalización por períodos breves de tiempo, y en otros casos las psicoterapias, del estilo que sean, se complementan con técnicas de hipnosis y relajación.