Enfrentando la Agresividad Infantil
Como padres, nos toca enfrentarnos en ocasiones a niños agresivos, manipuladores o rebeldes. No siempre sabemos muy bien cómo debemos actuar con ellos o cómo podemos incidir en su conducta para llegar a cambiarla. En este artículo informativo, intentaremos definir los síntomas para una correcta evaluación de este trastorno del carácter y establecer diferentes modos de intervención posible. El objetivo es la socialización de la conducta agresiva, es decir, corregir el comportamiento agresivo para que derive hacia un estilo de comportamiento asertivo.
1. ¿Por qué es importante detectar este problema en edad temprana e intervenir a tiempo?
Un buen pronóstico a tiempo mejora esta conducta anómala, la que habitualmente suele predecir otras patologías psicológicas en la edad adulta. Si el comportamiento excesivamente agresivo en la infancia no se trata a tiempo, ello deriva en fracaso escolar y en conducta antisocial en la adolescencia y adultez. Lo anterior ocurre porque la agresividad trae al niño dificultades para socializarse a lo largo del desarrollo y adaptarse o integrarse a su propio ambiente, cualquiera sea éste.
2. ¿Qué entendemos por "Agresividad Infantil"?
Existe agresividad cuando el niño emite una determinada conducta que provoca daño a una persona u objeto, de manera intencionada, ocasionando daño físico o psíquico, directo (empujones, patadas, gritos, insultos, etc.) o indirecto (ataca los objetos de la persona que ha sido el origen del conflicto). Existe agresividad contenida cuando el niño gesticula, grita o produce expresiones faciales de frustración.
3. ¿Cuáles son las causas de la “Agresividad Infantil”?
Es importante mencionar que las teorías del impulso dicen que la frustración facilita la agresión, pero que no es una condición necesaria para ella. Por su parte, la teoría del aprendizaje social afirma que las conductas agresivas pueden aprenderse por imitación u observación de la conducta de modelos agresivos. De acuerdo con ésta última, cuando un niño emite una conducta agresiva reacciona ante un conflicto, el que puede resultar de problemas de relación social con otros niños o con los mayores, respecto de satisfacer los deseos del propio niño, problemas con los adultos surgidos por no querer cumplir las órdenes que éstos le imponen, o problemas con adultos cuando éstos le castigan por haberse comportado inadecuadamente, o con otro niño cuando éste le agrede.
El conflicto, provoca en el niño cierto sentimiento de frustración que le hace reaccionar de acuerdo a su experiencia previa particular. El niño puede aprender a comportarse de forma agresiva porque lo imita de los padres, otros adultos o compañeros (modelamiento). Cuando los padres castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el niño vive rodeado de modelos agresivos, va adquiriendo un repertorio conductual caracterizado por una cierta tendencia a responder agresivamente a las situaciones conflictivas.
El proceso de modelamiento a que está sometido el niño durante su etapa de aprendizaje no sólo le informa de modos de conductas agresivos sino que también le informa de las consecuencias que dichas conductas agresivas tienen para los modelos. Si dichas consecuencias son agradables, porque se consigue lo que se quiere, tienen una mayor probabilidad de que se vuelvan a repetir en un futuro. De acuerdo con el modelamiento la mayoría de los adultos estamos enseñando a los niños que la mejor forma de resolver una situación conflictiva es gritándoles, porque nosotros les gritamos para decir que no griten. ¡Buena contradicción! …. Lamentablemente, conductas como la descrita son abundantes en las salas de clases de nuestro país.
Se ha demostrado que tanto un profesor o padre poco exigente como uno con actitudes hostiles que desaprueba constantemente al niño, fomenta el comportamiento agresivo en los niños.
Otro factor influyente en la agresividad de los niños es la incongruencia en el comportamiento de los padres o profesores, por ejemplo, cuando éstos desaprueban la agresión castigándola con otra agresión física o conducta amenazante hacia el niño. También existe incongruencia cuando una misma conducta algunas veces es castigada y otras veces ignorada, o bien, cuando el padre o profesor regaña al niño pero la madre, u otro profesor, no lo hace.
También las relaciones deterioradas entre los propios padres provocan tensiones que pueden inducir al niño a comportarse de forma agresiva. Finalmente cabe mencionar también el déficit en habilidades sociales necesarias para afrontar aquellas situaciones que resultan frustrantes: la ausencia de estrategias verbales para afrontar el estrés a menudo conduce a la agresión.
4. ¿Qué pasos se deben seguir para evaluar adecuadamente la conducta agresiva de un niño?
Ante una conducta agresiva emitida por un niño lo primero que se debe hacer es identificar los antecedentes y los consecuentes de dicho comportamiento. Los antecedentes nos dirán cómo el niño tolera la frustración, qué situaciones frustrantes soporta menos. Las consecuencias nos dirán qué gana el niño con la conducta agresiva. Debemos también evaluar si el niño posee las habilidades cognitivas y conductuales necesarias para responder a las situaciones conflictivas que puedan presentársele. También es importante saber cómo interpreta el niño una situación, ya que un mismo tipo de situación puede provocar un comportamiento u otro en función de la intención que el niño le adjudique. Evaluamos así si el niño presenta deficiencias en el procesamiento de la información. También es importante identificar las situaciones en las que el comportamiento del niño es agresivo.
5. ¿Cómo podemos actuar ante la conducta agresiva del niño?
El objetivo es siempre reducir o eliminar la conducta agresiva en todas las situaciones que se produzca, pero para lograrlo es necesario que el niño aprenda otro tipo de conductas alternativas a la agresión. La intervención debe tener siempre dos objetivos a alcanzar: la eliminación de la conducta agresiva y la potenciación o el aprendizaje de la conducta asertiva o socialmente hábil alternativa.
En el caso de un niño en el que se mantiene la conducta agresiva por los reforzadores posteriores, se trata de suprimirlos, porque si sus conductas no se refuerzan terminará aprendiendo que sus conductas agresivas ya no tienen éxito y dejará de hacerlas. Este método se llama extinción y puede combinarse con otros, como por ejemplo, el reforzamiento positivo de conductas adaptativas.
Otro método es no hacer caso de la conducta agresiva pero se debe estar atento porque sólo funciona si la recompensa que el niño recibe y que mantiene la conducta agresiva es la atención prestada. Ahora, si la conducta agresiva acarrea consecuencias dolorosas para otras personas no puede usarse, tampoco si el niño puede suponer que con la indiferencia lo único que hacemos es aprobar sus actos agresivos.
Existen asimismo procedimientos de supresión como el “tiempo fuera” o el “coste de respuesta”. En el primero, el niño es apartado de la situación reforzante. Se utiliza bastante en la situación clase. Los resultados han demostrado siempre una disminución en dicho comportamiento. Los tiempos han de ser cortos y siempre dependiendo de la edad del niño. El máximo sería de 15 minutos para niños de 12 años.
El coste de respuesta o castigo positivo consiste en retirar algún reforzador positivo contingentemente a la emisión de la conducta agresiva. Puede consistir en pérdida de privilegios como no ver la televisión. Debe utilizarse de manera racional y sistemática, y no debe depender de nuestro estado de ánimo, sino de la conducta emitida. Es importante tener en cuenta que al aplicar el castigo no se debe regañar o gritar, porque esto indica que nuestra actitud es vengativa y con frecuencia refuerza las conductas inaceptables. Tampoco debemos aceptar excusas o promesas por parte del niño. Siempre es importante dar al niño una advertencia o señal antes de que se le aplique el castigo. No hay que esperar a que el niño emita toda la cadena de conductas agresivas para aplicar el castigo, debe hacerse al principio. Cuando el niño es mayor, conviene utilizar el castigo en el contexto de un contrato conductual, puesto que ello ayuda a que desarrolle habilidades de autocontrol.
El castigo físico no es aconsejable porque sus efectos son generalmente negativos: se imita la agresividad y aumenta la ansiedad del niño.
Es importante no olvidar que si montamos un programa para cambiar la conducta agresiva que mantiene un niño hemos de tener en cuenta que los cambios no van a darse de un día a otro, sino que necesitaremos mucha paciencia y perseverancia si queremos solucionar el problema.
Otras consideraciones importantes a tener en cuenta son:
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Reducir el contacto del niño con los modelos agresivos. Por el contrario, suministrar al niño modelos de conducta no agresiva y darle a conocer otras vías para solucionar los conflictos: el razonamiento, el diálogo, el establecimiento de normas, etc. Si los niños ven que los adultos tratan de resolver los problemas de modo no agresivo, y con ello se obtienen consecuencias agradables, podrán imitar esta forma de actuar.
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Reducir los estímulos que provocan la conducta. Enseñar al niño a permanecer en calma ante una provocación.
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Recompensar al niño cuando éste lleve a cabo un juego cooperativo y asertivo.
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En niños con más de 9 años utilizar el "Contrato de contingencias" que tiene como finalidad comprometer al niño en el proyecto de modificación de conducta. Es un escrito entre profesor y alumno en el que se indica qué conductas el niño deberá emitir ante las próximas situaciones conflictivas y que percibirá por el adulto a cambio. Asimismo se indica qué coste tendrá la emisión de la conducta agresiva. El contrato debe negociarse con el niño, ser revisado cada cierto tiempo y estar a la vista del niño. Se debe registrar a diario el nivel de comportamiento del niño, porque la mera señal del registro ya actúa como reforzador.
Si hemos llegado al objetivo previsto, es decir, reducción de la conducta agresiva, no debemos dejar drásticamente el programa que efectuamos, porque debemos preparar el terreno para que los resultados conseguidos se mantengan. Para asegurarse de que el cambio se mantendrá, elimine progresivamente los reforzadores materiales y cámbielos por reforzadores emocionales.